
Activar una cultura coherente y compartida que se viva en el día a día
La cultura es el sistema operativo interno de una compañía: sobre ella se construye todo lo demás. Condiciona cómo trabajamos, cómo decidimos, cómo lideramos y cómo nos relacionamos. No es lo que dice la presentación corporativa. Es lo que pasa en una reunión tensa, en un feedback inesperado, en cómo damos la bienvenida a alguien nuevo o cómo reaccionamos ante un error. Es lo que se transmite sin decirlo, lo que todos saben aunque no esté escrito. A veces, encaja con lo que queremos ser. Otras, nos damos cuenta de que hay un desajuste.
Hay que trabajar la cultura desde un enfoque práctico y realista, apoyado en la confianza y la seguridad psicológica como base. Porque no hay transformación posible desde el miedo, y no hay sostenibilidad sin coherencia.
Creo en culturas vivas, con liderazgo consciente, basadas en la confianza y el compromiso. Donde la gente pueda tomar decisiones, aportar, cuestionar y crecer. No para sentirse cómodos, sino para dar lo mejor de sí sin quemarse en el intento.
La transformación cultural real empieza desde arriba. Los fundadores y líderes son quienes marcan el tono —con lo que hacen y también con lo que dejan pasar. Si no están implicados, la cultura no cambia. Pero si lo están, pueden transformar mucho más de lo que parece. Lo importante es que esa cultura luego baje, se entienda, se comparta y se practique.
1. En procesos de transformación cultural:
Aquí el punto de partida no es lo que hay, sino lo que queremos construir. Empezamos por la visión: ¿qué tipo de cultura necesitamos para llegar a donde queremos ir? Es un trabajo de diseño, de alineación y de decisión. Porque muchas veces lo que frena el avance no es la estrategia, sino la forma en la que se trabaja. Y si no cambiamos cómo operamos, cómo nos comunicamos o cómo tomamos decisiones, no cambia nada de verdad.
- Reunión inicial con dirección para clarificar la estrategia de negocio y los retos actuales.
- Workshop con líderes clave para construir una visión cultural compartida: ¿qué tipo de cultura queremos tener?
- Diagnóstico cultural completo: entrevistas individuales, encuestas cualitativas y dinámicas de equipo.
- Identificación de bloqueos culturales y fortalezas existentes.
- Diseño de un mapa de valores y comportamientos clave alineados con la estrategia.
- Revisión de procesos y prácticas que no acompañan la cultura deseada (ej. evaluación, promociones, liderazgo…).
- Activación de la cultura: plan de acciones que incluye formación, rediseño de procesos, rituales y espacios compartidos.
- Seguimiento mensual con dirección para alinear, revisar y sostener el proceso en el tiempo.
2. En procesos de crecimiento acelerado:
Aquí empezamos por lo contrario: por lo que no queremos perder. Por eso que nos hace únicos, por esa manera de trabajar que nos ha traído hasta aquí. Pero claro, crecer significa sumar nuevas personas, nuevos procesos, nuevas formas de hacer. Y ahí es donde la cultura se empieza a diluir si no se cuida. Por eso trabajamos para identificar lo esencial, ponerle palabras, traducirlo a comportamientos y asegurar que se contagia, no se pierde.
- Entrevistas con fundadores y primeras capas del equipo para identificar lo que define la cultura actual.
- Workshops con el equipo para verbalizar los principios y comportamientos que queremos preservar.
- Análisis de riesgos: qué puede hacer que perdamos nuestra esencia y qué señales lo están anticipando.
- Diseño de un manual cultural para nuevas incorporaciones, con ejemplos y lenguaje propio.
- Revisión del proceso de onboarding para asegurar que transmite la cultura desde el primer día.
- Formación a managers para que lideren desde la coherencia cultural.
- Diseño de espacios de integración: sesiones de bienvenida, dinámicas culturales, mentoría entre equipos.
- Asesoramiento a dirección para tomar decisiones de crecimiento sin comprometer lo que nos hace ser quienes somos.
Un proyecto de cultura no se cierra: se despliega. Porque trabajar la cultura no es llegar a una definición perfecta, sino construir las condiciones para que se mantenga viva. Que esté en las conversaciones, en las decisiones y en los procesos. Que evolucione sin perder lo esencial.
Cuando una cultura está bien trabajada, no hace falta recordarla: se nota. Y eso lo cambia todo.
“La seguridad es la base sobre la que se construyen las culturas fuertes.”
— Daniel Coyle
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— Juana García
